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De la calle también pueden desalojarte

Escribe: GILDA IZURIETA  
Ilustración: BRENDA GRECO|  11 de Octubre 2023

En la ciudad de Buenos Aires, vivir a la intemperie significa lo obvio -no tener techo, ni baño, ni cama, ni privacidad- y también atravesar las ráfagas de la violencia urbana. La policía de la Ciudad no protege a los sin techo de la violencia social que reciben y, además, la agrava mientras el plan del eventual gobierno de Macri- Muzzio incluye a quienes viven en las calles entre los factores de la contaminación visual que debe ser eliminada.

—Señora, ¿quiere salir de testigo? —, le dice un policía de la Ciudad a una mujer que graba con su celular la detención violenta de un hombre en situación de calle. Es 14 de septiembre de 2023 y son las 11 de la noche. Al hombre lo rodean cinco agentes entre los que hay también oficiales de prevención de CABA. A Cristian, ese hombre, lo arrastran hacia la vereda y ahora grita en el piso que está golpeado, que le lastimaron el brazo y el pie. La pregunta del oficial no es inocente, busca neutralizar la intervención. No hay ninguna ley que prohíba grabar el accionar de la Policía, siempre y cuando no obstaculice su trabajo. Pero cuando se trata de personas que viven en la calle un factor clave para el abuso de las fuerzas parece ser la complicidad.

Tres meses antes, el 29 de junio de 2023, algunas de las 160 personas en situación de calle que se habían instalado en el Aeroparque Jorge Newbery quedaron afuera. El personal especializado del ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat de la ciudad de Buenos Aires llevó a cabo, de madrugada, un operativo que consistió en bloquear el acceso al predio a todo aquel que no tuviera ticket de viaje o fuera empleado del lugar. La acción del gobierno porteño se cumplió con la plena colaboración de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) que depende del ministerio de Seguridad de la Nación, el Organismo Regulador del Sistema Nacional de Aeropuertos (Orsna) y la concesionaria Aeropuertos Argentina 2000. Quienes habían salido a fumar, trabajar o hacer una compra no tuvieron la chance de regresar. Sus pertenencias, por caso, terminaron en la basura, incluidos sus DNI y carnets de discapacidad. Los que aún estaban adentro juntaron lo que pudieron. Fueron desalojados. 

El director nacional de la PSA, José Glinski, dijo al Mapa de la Policía que el motivo de esta medida fue la queja permanente de los pasajeros y una decisión de la administración local –el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires- de darles una opción de alojamiento. “Dentro del aeropuerto salió todo prolijo y no tuvimos quejas. Con respecto a las pertenencias, no estaba enterado porque nosotros no nos ocupamos de la limpieza del lugar”, expresó. La versión oficial fue que el personal del Buenos Aires Presente (BAP) ofreció el traslado y la posibilidad de ir a alguno de los centros de inclusión social donde pueden conseguir ducha, cama y comida. Pero hay algo detrás de la frase “es más complejo” con la que se suelen cerrar las discusiones sobre los conflictos sociales.

Personal especializado del ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat de la ciudad de Buenos Aires llevó a cabo, de madrugada, un operativo que consistió en bloquear el acceso al predio del Aeroparque a todo aquel que no tuviera ticket de viaje o fuera empleado del lugar.

 

Nadie sabe cuántos son

Para conocer las diferentes aristas de la violencia institucional que la población en situación de calle afronta, entre ellas, la violencia policial es necesario abordar de forma previa los datos existentes. Del censo nacional 2022, realizado por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), surge que de 46.044.703 de habitantes que existen en el país, 2.962 duermen en el espacio público. De ellos, 1.864 están en la Ciudad y en la provincia de Buenos Aires. Los datos oficiales del Indec ni siquiera se acercan al relevamiento censal realizado por el gobierno porteño ese mismo año, que registra -solo en la Capital- 2.611 personas en situación de calle. Estas incongruencias oficiales en las estadísticas, además, pueden analizarse a la luz de los fuertes cuestionamientos que realizan quienes se dedican voluntariamente a la asistencia de esta parte de la población. La metodología de conteo, señalan, tiene graves falencias: por ejemplo, el número del Indec registra 273.883 personas alojadas en “viviendas colectivas”. Y en ese rubro se abarca a los paradores o centros de inclusión, que tienen lógicas de estadía temporal y que no constituyen espacios de residencia permanente. Si bien en 2023, el registro censal de la ciudad de Buenos Aires marcó un aumento del 34% de quienes habitan el espacio público respecto del año anterior (3.511 personas), el número dista mucho de acercarse a las 7.251 personas que, ya en 2019, reportaba el Censo Popular de Personas en situación de calle. 

Las herramientas legislativas disponibles, por sí solas, tampoco parecen suficientes para abordar la problemática. La Ley N° 27.654, de Personas en Situación de Calle y Familias sin Techo, se reglamentó recién en abril de 2023 a pesar de haber sido aprobada a fines de 2021. Lo que motivó el apuro en publicar el decreto fue la muerte de una beba de tres meses en contexto de extrema urgencia habitacional. Dormía junto a sus padres en la calle, a metros de la Casa Rosada. Cuando llamaron al 911, ya no respiraba. Según trascendió, las dificultades respiratorias derivaron de su exposición a la intemperie.

Desde la Asamblea Popular por los Derechos de las Personas en Situación de Calle (PSC) afirman que existe, además, una sobreexposición de la problemática y una tendencia contrapuesta, la invisibilización. Los sin techo están en la vía pública, a la vista de todos pero las plataformas políticas casi no proponen un abordaje integral de la situación. Esas tendencias tienen el aval de las mayorías y se confirman cada vez que una persona tira un colchón en la vereda, en la entrada de edificio, en un cajero automático o una esquina, y la policía recibe llamados pidiendo que la saquen.

Si bien en 2023, el registro censal de la ciudad de Buenos Aires marcó un aumento del 34% de quienes habitan el espacio público respecto del año anterior (3.511 personas), el número dista mucho de acercarse a las 7.251 personas que, ya en 2019, reportaba el Censo Popular de Personas en situación de calle. 

 

Las limitaciones del relato oficial

Según el sitio oficial, existen 26 centros de inclusión social en Capital Federal. Hay establecimientos de gestión asociada -es decir, articulados con organizaciones de la sociedad civil, empresas y universidades-; aquellos de gestión exclusiva del gobierno porteño y otros destinados de manera especial a personas con discapacidades. Estos centros, según consta en la web, cubren necesidades inmediatas como alojamiento, alimentación e higiene. Las personas que acuden allí reciben orientación para la gestión de trámites, asistencia médica y actividades culturales, recreativas y de reinserción sociolaboral. Pero el relato está en disputa y, en este caso, la información relevada por las organizaciones es opuesta. “Les cambiaron el nombre para que parezcan otra cosa, pero me cuesta no llamarlos ‘paradores’ porque las condiciones no variaron”, dice la voluntaria y presidenta de Amigos en el Camino, Mónica De Russis en diálogo con el Mapa de la Policía. “No son lugares agradables. Ciudad tiene algunos que ha reformado y son los que están llevando a mostrar a las defensorías y a los medios. Les ofrecen ir a los que más lindos dejaron. Después tienen otros que son conveniados o propios pero con lógicas muy perversas”, asegura Guido Carlana del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), que también participa en la asistencia a las personas desplazadas y que continúan en los alrededores de Aeroparque.

Los principales obstáculos que impiden considerar a los centros de inclusión como una verdadera opción para quienes viven en la calle, según las organizaciones sociales consultadas, pueden resumirse así:
 

  • No hay vacantes en la mayoría y se implementan listas de espera.

  • Al llamar a la línea 108 de asistencia, las camionetas del BAP tardan horas en acudir. Muchas veces no lo hacen.

  • Las condiciones de convivencia son hostiles. Hay robos, frío y violencia. Los adultos mayores prefieren quedarse en la calle: no se sienten capaces de defenderse.

  • Una condición para entrar es abandonar o dar en adopción a sus mascotas. 

“Les cambiaron el nombre para que parezcan otra cosa, pero me cuesta no llamarlos ‘paradores’ porque las condiciones no variaron”, dice la voluntaria y presidenta de Amigos en el Camino, Mónica De Russis.

Espacio público al servicio de la represión

Los apuñalan, les roban, los hostigan, les tiran agua a los colchones y hasta les prenden fuego a sus pertenencias y a ellos mismos. Esos datos surgen del Registro Único de Violencias (RUV), elaborado por las activistas Milena Sapey, Luciana Armentano y Jorgelina Di Iorio de la Asamblea Popular por los Derechos de las Personas en Situación de Calle (PSC).  Se trata de un mapeo a nivel nacional construido en base a noticias periodísticas y al relevamiento informal de organizaciones sociales que, en su metodología, clasifica tres tipos de violencia:

  • la estructural, que consiste en las lesiones físicas graves producto de dormir a la intemperie; 

  • la social, que se refiere a las agresiones ejercidas por ciudadanos de a pie que pueden o no estar, también, en situación de calle.

  • la institucional, que incluye los ataques físicos o simbólicos por parte de las fuerzas de seguridad y funcionarios públicos. 

 

En relación a este último tipo de violencia, aún cuando existen denuncias tanto en el RUV como en el Mapa de la Policía acerca de la que ejerce la policía de la Ciudad, durante esta investigación los testimonios de las personas en situación de calle coinciden en que la hostilidad no siempre la ejercen directamente las fuerzas de seguridad, sino los funcionarios de otras áreas. En particular, quienes dependen del ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana de la Ciudad.

En mayo de este año, la justicia porteña, a partir del reclamos de las organizaciones sociales y el pedido del legislador Martín Barroetaveña (FDT), frenó una licitación del Gobierno de CABA en la que se buscaba invertir alrededor de 1526 millones de pesos en un relevamiento de “las condiciones que impactan en la higiene urbana en la vía pública de la Ciudad”. En el texto de la licitación N° 7162-1862 LPU22, el ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana solicitaba, entre otras cosas, la “verificación ocular de recuperadores urbanos” y la “susceptibilidad de producir contaminación visual”. Se equiparaba la presencia de cartoneros e indigentes con “residuos domiciliarios, de comercios e industriales, restos de podas de jardín, residuos voluminosos, materiales descartados”. Es decir, el interés en trabajar sobre esta problemática era una preocupación estética.

Durante el último año y mientras se sustanciaba la polémica licitación, trascendieron –además- testimonios y denuncias públicas acerca de operativos de “limpieza” que realizan funcionarios del gobierno de la Ciudad, la mayoría de las veces de madrugada, con camiones de basura en los que arrojan las pertenencias de los vecinos sin techo. En algunas ocasiones, con el auxilio de la policía de la Ciudad. Se trata de lo que, comúnmente, se conoce como desplazamientos forzados, con episodios de violencia, robos de pertenencias y mediados por malos tratos verbales y/o físicos. “No nos dieron tiempo a nada y vimos cómo todas nuestras cosas se iban por la trituradora”, cuenta uno de los damnificados en una publicación de las redes sociales de la Asamblea Popular de Personas en Situación de Calle, donde a menudo se comparten fotos, videos y relatos de este tipo de manejos. Este registro audiovisual derivó en un hábeas corpus presentado ante la Justicia por la secretaría de Derechos Humanos de la Nación “por los graves hechos de violencia institucional”.

La ministra de Espacio Público e Higiene Urbana, desde donde se ordenan los operativos de “limpieza”, es Clara Muzzio. La funcionaria, además, fue elegida por el candidato a jefe de Gobierno de Juntos por el Cambio, Jorge Macri, como su compañera de fórmula en las elecciones locales. El pasado 1 de junio, el candidato prometió en una entrevista en Radio La Red “recuperar el afuera para el vecino” ocupado por personas en situación de calle: “Hoy los cajeros automáticos se han transformados en los monoambientes de algunos”, expresó. A menos de un mes de los comicios, mientras se producía este informe, la ministra Muzzio tenía la agenda cerrada a notas periodísticas, pero el Mapa de la Policía pudo conversar con sus colaboradores acerca de los registros audiovisuales y denuncias de desplazamientos forzados. “Cuando quienes dependen del Ministerio tienen que hacer un operativo de higiene y hay alguien en situación de calle en el lugar, siempre se llama a Buenos Aires Presente (BAP). Cualquier resolución que se tome es a raíz de lo que ellos definan”, dijeron. Al preguntarles si estaban enterados de las denuncias públicas realizadas por las organizaciones sociales, negaron que les hayan llegado reportes por parte de las empresas de limpieza tercerizadas con las cuales la Ciudad trabaja en el territorio porteño. “Puede pasar que cuando van a un lugar y no hay nadie, se lleven los objetos voluminosos que haya, pero en esos videos no se ve el contexto, no se puede saber exactamente qué pasó. La decisión de decirles que vayan a otro lado no es nuestra porque no es nuestra área de trabajo”, expresaron. 

Como puede observarse, la propuesta política de la plataforma Macri- Muzzio en relación a las personas que viven en la calle no incluye ninguna acción concreta para su resolución. Es decir, otra que no sea el desplazamiento forzado. Solo basta mencionar que a solo un mes y medio después de las declaraciones radiales de Jorge Macri, legisladores de su espacio político impulsaron y obtuvieron la media sanción en la Cámara de Diputados de una modificación en la Ley de Alquileres vigente que, con achicamiento del plazo de ajuste y beneficios para los propietarios e inmobiliarias, aleja mucho más la zanahoria de una solución habitacional para las personas que ya se habían olvidado de lo que es vivir bajo techo.

La ministra de Espacio Público e Higiene Urbana, desde donde se ordenan los operativos de “limpieza”, es Clara Muzzio. La funcionaria, además, fue elegida por el candidato a jefe de Gobierno de Juntos por el Cambio, Jorge Macri, como su compañera de fórmula en las elecciones locales.

Ecos de un pasado reciente

El 29 de octubre de 2008, bajo la administración de Mauricio Macri, se creó a través del decreto 1232/2008, el organismo fuera de nivel Unidad de Control del Espacio Público (Ucep) dependiente de la Subsecretaría de Espacio Público del gobierno de la Ciudad. Su objetivo era "Establecer, promover y programar políticas en lo referente a la ocupación del Espacio Público por elementos no autorizados, coordinando acciones con el área correspondiente al Ministerio de Justicia y Seguridad". 

La actual legisladora Claudia Neira, de Unión por la Ciudad, patrocinó a Liliana Parada en la denuncia que derivó en la investigación al entonces jefe de Gobierno, Mauricio Macri, a quien fue el titular de la Ucep, Fabián Pepín Rodríguez Simón y a otros integrantes del organismo por las acusaciones de violencia organizada y sistemática hacia las personas en situación de calle. Finalmente, el organismo se disolvió a fines de 2009 tras difundirse los testimonios que daban cuenta de que dicha Unidad operaba como una especie de grupo parapolicial. La Ucep, en connivencia con las fuerzas de seguridad y haciendo uso de móviles no identificados, atacaban a los indigentes.

Consultada por el Mapa de la Policía, Neira trazó diferencias claras con respecto a lo que se comprobó que se hacía entonces y la situación actual, pero con algunas similitudes. “Yo no tengo noticias de que hoy exista ninguna fuerza paraestatal. Sí diría que la Ucep, en su momento, se creó por decreto, pero se constituyó a partir de convocar a barrabravas y matones”, explicó. Luego, detalló: “Era altamente anticonstitucional porque hablaba de remover personas y según el seguimiento que hicimos, había amigos, familiares y hasta funcionarios que pedían que le saquen una persona en situación de calle que se había instalado en la puerta de su edificio”. 

En ese momento, las alarmas se prendieron cuando se comenzó a hablar de aquellos que desaparecían de la vía pública y ya no volvían a aparecer. La legisladora contó que los testimonios daban cuenta de operativos nocturnos violentos, traslados en camionetas no identificadas hacia otras provincias y amenazas. En este sentido, la diferencia con la actualidad es que no existe el mismo nivel de organización y clandestinidad. Hoy, quienes llevan a cabo las tareas de “remoción” y “limpieza” tienen pecheras de la Ciudad y muchas veces son acompañados por policías con uniformes reglamentarios. Por lo demás, si bien la operativa no es tan grave como la de la Ucep, es altamente violenta.

El decreto de la creación de la antigua Ucep no está derogado. Las funciones que regula pasaron al ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana, del que dependía aquella Unidad desde el primer momento y el que hoy es señalado como el que ejerce violencia institucional hacia quienes no tienen dónde vivir. “Los mayores casos para observar la continuidad informal de esta dinámica hay que buscarlos en esa cartera”, advirtió Neira. La memoria de aquellas prácticas represivas subsiste en la institución, una memoria que con cada operativo violento rescata de las sombras una pequeña porción del pasado al que no queremos volver.

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